Saltar al contenido

Navidad Misa de Medianoche (A)

  1. Nexo entre las lecturas

            La liturgia exulta de gozo en esta noche para recibir al Salvador. Un hijo se nos ha dado: esta afirmación del profeta Isaías (1L) parece contener en germen todo el misterio de esta noche. Se han cumplido los días para María. y ella da a luz a Jesús, lo envuelve en pañales y lo deja en un pesebre (EV). Nace un niño de María que es el Hijo de Dios. Es esta una noche singular en la que se disipan las tinieblas de los hombres. ¡Ha llegado el Salvador, el Mesías esperado! La luz vence las tinieblas. El eterno hace su irrupción en el tiempo. Y lo más maravilloso es que, en Belén, todo es por amor. Propter nos homines et propter nostram salutem. Toda la riqueza de Cristo, Verbo encarnado, es para todo hombre y constituye el bien de cada uno. Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación a todos los hombres (2L).

  1. Mensaje doctrinal
  1. Admirable intercambio.

            El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos hace partícipes de la naturaleza divina. Tiene lugar así el “admirable intercambio”: Dios toma de nosotros la naturaleza humana, el hombre recibe de Dios la participación en la naturaleza divina. “Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre: para que el hombre, al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en Hijo de Dios” (San Ireneo Haer 3,19). ¡Qué gran dignidad debe tener el hombre, que ha recibido tal Redentor! ¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el Hijo del hombre se hiciera Hijo de Dios (San Agustín, Sermón 185).

 

2.Dios se nos revela de modo misterioso

 María da a luz a su hijo lo envuelve en pañales y lo recuesta en el pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada. El Hijo de Dios nace en un lugar inhóspito, pobre, desprovisto de lo necesario. Dios se manifestó verdaderamente en la humildad de nuestra carne y en las estrecheces de un nacimiento a medianoche en un establo. La grandeza de Dios ha querido manifestarse en lo humilde y sencillo. ¡Dios se nos revela ocultándose! La paradoja de Dios: Cuanto más parece ocultarse la majestad divina, más aparece la manifestación de su gloria. ¡Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres que ama el Señor!  Gregorio de Nisa lo expresaba con especial acierto: Por lo que toca a la potencia divina y suprema: ni la grandeza de los cielos, ni el resplandor de los astros, ni el orden del universo, ni la continua providencia sobre los seres ponen de manifiesto con tanta fuerza (esta potencia divina) como su condescendencia hacia la debilidad de nuestra naturaleza, pues muestra cómo lo alto, al venir a lo humilde, se deja contemplar en lo humilde sin rebajarse de su altura y cómo la divinidad se abraza con la naturaleza humana y se hace ésta sin dejar de ser aquella. (Oratio Catechetica, XXIV, PG 45, 63D). ¡Misteriosos caminos que Dios ha querido recorrer para la salvación del hombre! Misterioso plan de redención que quiso que el Verbo se encarnase para poder destruir el pecado y la muerte y recogernos del lugar a donde nos habíamos despeñado. El amor que se manifiesta en este plan de salvación no tiene límites, es un amor divino sin medida, como un abismo que no tiene fondo, es abismal.

  1. No temáis os traigo una buena noticia: hoy os ha nacido un Salvador

            Los pastores, gente sencilla que dormía al descampado, son los primeros invitados para festejar el nacimiento de Jesús. A ellos se les anuncian dos cosas: que no deben temer y que hoy ha nacido el Salvador. Se les invita a no temer porque siempre la presencia de la majestad de Dios infunde temor y respeto, pero también, se les invita a no temer ante la realidad misma de la existencia humana. Ellos no deben temer porque Dios los ama, porque el hombre es precioso a los ojos de Dios, porque Dios ejerce su soberanía sobre el mundo y sobre el hombre con un cariño de Padre. La Gloria de Dios es que el hombre viva, porque Dios es amigo de la vida y no odia nada de lo que ha creado. La vida humana esta siempre amenazada por el maligno, por el pecado y la muerte, por ello surgen muchos temores y angustias. El mensaje a los pastores sale al paso de esta tremenda realidad y conforta a aquellos hombres. No temáis, os ha nacido un Salvador. Las señales que se les ofrecen son sencillas: un niño, unos pañales, un pesebre. Dios se deja contemplar en lo pequeño y en lo humilde.

  1. Sugerencias pastorales 

1.La sencillez de Belén.

            En el nacimiento de Belén contemplamos el amor de Dios quien, enamorado de su creatura, inicia un camino misterioso de redención. El hecho de que el Verbo de Dios se encarne y se manifieste de un modo tan frágil y desvalido es una realidad que confunde el orgullo y el amor propio humanos. Dios para rescatar a su creatura no se manifiesta en una teofanía poderosa y tremenda llena de poder exterior, sino elige un camino de sencillez donde el poder de Dios se manifiesta aún más poderoso. El Verbo de Dios se hace carne. La divinidad se reviste de humanidad. ¡Cuántas enseñanzas para nosotros que somos hombres fácilmente presa del orgullo y del amor propio, de la vanagloria, de la envidia, del deseo de revancha e incluso de venganza! La humildad que se manifiesta en el amor de Dios es una lección para nuestros hogares, para nuestras familias, para que en ellas reine el perdón, la armonía, la bondad, la paciencia, la comprensión mutua. El matrimonio para poder perseverar requiere de la virtud de los esposos. Exige un grado no pequeño de amor y de humildad, de capacidad de perdón y comprensión.

  1. Cristo nace en el corazón.

            El nacimiento de Jesucristo aconteció en un lugar y en un tiempo preciso. Belén de Judá hace 2022 años. Pero el nacimiento de Jesús es un misterio siempre actual que tiene lugar en el “hoy” de la salvación. Cristo nace en el corazón del hombre que se arrepiente de su pecado y del mal cometido. Cristo nace cuando se vencen las tentaciones de avaricia, de lujuria, de ira, de gula… Cristo nace cuando el alma se acerca pura y santamente al sacramento de la Eucaristía. Cristo nace cuando en nuestros hogares ofrecemos el perdón a quien nos ha ofendido o cuando humildemente lo recibimos de aquel a quien hemos lastimado. Así como Cristo nació en el corazón de Zaqueo el día que Jesús visitó su hogar, así quiere nacer en esta noche en cada uno de nuestros hogares y de nuestros corazones. Sería una desgracia que fuésemos posaderos distraídos que no damos acogida a un Dios que “cubierto de rocío” toca a nuestra puerta. Que no se diga de nosotros aquellas palabras del evangelio: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron

P. Octavio Ortiz de Montellano, LC