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Homilía VIII domingo T.O.

HOMILÍA EN ESQUEMA

VIII DOMINGO TIEMPO ORDINARIO (C)

 

INTRODUCCIÓN
Los abogados con frecuencia piden a sus clientes que llegado el momento del juicio no abran la boca. Por más acusaciones que reciban, siempre recomiendan que se mantengan callados y que llegado el momento hablen, pero no antes.

La razón es muy sencilla: el que se excusa, se acusa. Pues de la abundancia del corazón habla la boca.

La liturgia de hoy nos invita a ser mesurados en nuestro hablar y a no juzgar precipitadamente a los demás. Para ello hay que educar el corazón.

 

PROPOSICIÓN
¿Qué es lo que guardas en tu corazón?

DESARROLLO:
El libro del eclesiástico explica a la perfección el mejor modo de conocer a una persona, y es a través de sus palabras.

  1. En las palabras del hombre aparecen sus defectos y descubre su corazón
    1. Vivimos en el mundo de la irreflexión y de lo inmediato
    2. Vivimos precipitadamente y solemos pensar que ya sabemos las cosas
    3. El resultado es que muchas veces manifestamos que somos personas superficiales.
    4. Por eso, para adquirir un trabajo no basta presentar un currículo impresionante, hace falta pasar por una entrevista personal y esa es la última prueba, pues como dice la escritura: la prueba del hombre es su conversación.
  2. Jesucristo nos alerta sobre el uno de palabras vanas
    1. Cuando intentamos quitar la mota en el ojo de nuestro hermano
    2. O cuando damos indicaciones a ciegas porque no sabemos de lo que estamos hablando.
  3. Reflexionando y orando educaremos nuestro corazón
    1. El Señor desea que saquemos de nuestro interior lo bueno, lo noble, lo mejor.
    2. Pero esto se logra en la medida en que hay reflexión, silencio y mucha bondad de corazón para no juzgar al prójimo.

 

CONCLUSIÓN
Si quieres dar auténtico testimonio de vida cristiana en tu hogar, en tu trabajo, en tu parroquia, llena tu corazón del silencio de Dios y expulsa de él toda palabra vana.

Así reconocerán que tus palabras son acertadas y llenas profundidad.

¿Qué guardas en tu corazón?

P. Agustín de La Vega, LC