Homilía III Domingo de Pascua
TÍRATE AL AGUA POR CRISTO
INTRODUCCIÓN
Para aprender a nadar, hay que tirarse al agua. De nada sirve leer manuales sobre la natación, ni ver simplemente cómo nadan los demás. Hay que tirarse al agua. Y si queremos seguir a Cristo, tenemos que hacer lo mismo. Tirarnos al agua, esto es: seguirlo, no obstante nuestro pasado, nuestras negaciones, nuestros miedos al compromiso.
PROPOSICIÓN
Como Pedro, tírate tú también al agua
DESARROLLO:
El evangelio de hoy nos describe el proceso de una transformación.
- Pedro se va a pescar y lo acompañan los que con él estaban.
- Hay un liderazgo en este hombre que, por otra parte, vuelve a la pesca para matar el tiempo que espera
- Pero ha perdido práctica por no ejercitarla en tres años, y el resultado es que no han pescado nada.
- Sin embargo es dócil a la voz de un desconocido que, por la mañana, le dice que lance la red a la derecha de la barca. Y lo hace y tiene un resultado maravilloso.
- Es el discípulo amado el que descubre que “es el Señor”.
- Pedro no se lo piensa dos veces y se tira al agua.
- Porque sabe que si está lejos de Cristo puede sucumbir
- Llegan a la orilla y comparten un almuerzo que Cristo les ha preparado, a lo que añaden lo que ellos acaban de pescar.
- Jesús da la gracia de la pesca, pero acepta el resultado de nuestro esfuerzo
- Es la combinación maravillosa de un Cristo, que se acerca a la orilla de nuestra vida, y de sus discípulos que, en Pedro, se lanzan al agua para estar con él.
- Resultado de todo esto: la reafirmación del primado de Pedro
- Triple interrogatorio para sanar la triple negación
- Con una respuesta final de Pedro extraordinaria: “Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero”.
CONCLUSIÓN
Cristo pasa a diario por la orilla de tu vida. Responde con generosidad a lo que la voluntad de Dios te pide. Y ya está. No hay más secretos que este: la búsqueda del Señor y lanzarse en pos de él, aunque esto implique tirarse al agua.
P. Agustín De La Vega, LC