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Homilía II Domingo de Cuaresma

A LA ESCUCHA DE DIOS EN LA ORACIÓN

 

INTRODUCCIÓN

Además de los Diez Mandamientos, existe el mandamiento “0”. Un mandamiento que está en el origen de todos los demás y que aparece formulado en el AT de esta manera: “Escucha, Israel”.

En el mundo moderno, sometido a la dictadura del ruido, en hombre ha perdido la capacidad de escuchar. Oye muchas cosas, pero no escucha.

Por eso el salmista decía: “Ojalá escuchéis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón”.

Y la liturgia de hoy nos viene a invitar a esto: escuchar a Jesús.

 

PROPOSICIÓN

“Este es mi Hijo muy amado, escuchadle”.

 

DESARROLLO

La Trasfiguración del Señor no es un reclamo para la vista, sino para los oídos. Es una concesión que Dios da a los apóstoles para fortalecerlos ante la perspectiva, ya próxima, de la pasión del Señor. Destaquemos tres elementos de este misterio.

  1. Subió a lo alto del monte para orar:
    1. Es decir, para escuchar al Padre y conversar con él.
    2. Esto implica dejar el valle de las preocupaciones, el mundo del ruido.
    3. Dedicarnos a Dios. No basta un barniz de oración.
      1. Dedicarle tiempo de calidad a Dios
      2. Acallar los pensamientos inútiles, y elevarnos, mirar a lo Alto como Abrán a quien Dijo que mirara al cielo y que contara las estrellas si podía.
    4. Transfiguración y diálogo con Moisés y con Elías:
      1. Escucha de la ley y los profetas, sintetizados en estos dos personajes
      2. Produce en los apóstoles admiración y una gran paz
        1. Estar con Cristo en la quietud de la oración nos llena de paz
        2. Los apóstoles quieren detener el momento para siempre. Hagamos tres tiendas.
      3. Se llenaron de temor al entrar en la nube
        1. El misterio de Dios nos sobrecoge
        2. La nube prepara para la gran consigna de Dios Padre
      4. Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo:
        1. Cristo ha venido para hablarnos en el lenguaje humano de palabras, gestos y acciones.
        2. ¿De verdad lo escucho? ¿Es Cristo una referencia permanente en mi vida?
        3. Para escucharlo hemos de entrar en el silencio de Dios.

CONCLUSIÓN
Dejémonos tocar por el misterio de Dios. No tengamos miedo a dejar el valle y subir a la montaña de la oración donde reina el silencio y la posibilidad de contemplar las cosas desde arriba.

Ahí escucharemos la voz de Dios. El desafío que nos propone el Señor es huir de la dictadura del ruido para disfrutar del silencio de Dios.

P. Agustín de La Vega, LC