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Homilía domingo 28 de febrero

Domingo II de cuaresma Ciclo B

Textos: Gn 22, 1-2.9-13.15-18; Rm 8, 31-34; Mc 9, 2-10

Idea principal:
¿Por qué Dios nos hace subir tantos montes en la vida? ¿Qué hay detrás o arriba de esos montes?

Síntesis del mensaje:
A lo largo de nuestra vida Dios nos hace subir diversos montes. Hoy a Abraham le hizo subir al monte Moria (1ª lectura). Hoy Cristo sube con sus íntimos al monte Tabor (evangelio). Dios hizo subir a su Hijo al Calvario y lo entregó por todos nosotros (2ª lectura). Es bueno que en Cuaresma reflexionemos en el sentido espiritual y teológico de los montes que Dios nos pide subir. En cada monte Dios exige algo y ofrece algo. Veamos.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, veamos algunos de los montes del Antiguo Testamento. A Abraham le hace subir al monte Moria (cf. Gn 22), donde le pide tomar a su hijo único, subir ese monte y sacrificar a ese hijo; le ofrece a cambio, su bendición y la fecundidad en la descendencia. A Moisés, Dios le hizo subir el monte Sinaí (cf. Ex 3 y 4; 19 y 20) donde le pidió quitarse las sandalias, ir al faraón y liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto; y al mismo tiempo, Dios le ofrece la seguridad de su presencia y la promesa de la tierra prometida. Elías sube al monte Carmelo, y ahí Dios le pide echar en cara a quienes se hayan apartado de Dios y sirven a los baales o dioses falsos; también allí Elías pone a prueba y en ridículo a esos dioses falsos y manda matar a esos falsos profetas que los sirven. Dios le ofrece la seguridad en el triunfo y su poder y fuerza.

En segundo lugar, veamos los montes más importantes a los que Jesús nos invita a subir. Hoy Jesús sube al monte Tabor, donde manifiesta su gloria y da aliento a sus íntimos para afrontar el trago amargo de la Pasión y no se escandalicen de Él –a quien ven aquí con el rostro transfigurado- cuando le vean con el rostro desfigurado. Es una pregustación de lo que será el cielo. Y en unos días, el Padre celestial le hará subir a Jesús al monte Calvario para que rescate a la humanidad del pecado y nos conceda una nueva vida, a través de su muerte y resurrección. Y Jesús obedece y ofrece libremente su vida, aunque esto le suponga ver su cuerpo destrozado, su corazón traspasado y sus manos clavadas. Y aquí en este monte Calvario lanza sus siete palabras como último testamento.

Finalmente, en nuestra vida Dios nos hace subir esos montes, sin nosotros planearlo ni pedirlo. En el monte Moria Dios ha sido bien claro con nosotros: “Sacrifícame esos caprichos, esos deseos, esos sueños que tanto acaricias y amas”. En el monte Sinaí nos ha invitado a renovar su Alianza con nosotros una y otra vez para que le tengamos a Él como único Dios y Señor, y no seamos esclavos de nada ni de nadie. En el monte Carmelo nos pide dar muerte a nuestros vicios, malos hábitos, actitudes pecaminosas, afectos secretos e inconfesados, para ofrecerle todo nuestro corazón. En el monte Tabor nos llama a la intimidad con Él, para que entremos en su nube divina, contemplemos su rostro hermoso y nos enamoremos de Él, y escuchemos la voz del Padre. Y en el monte Calvario nos reclama morir con Cristo para resucitar a una vida nueva; ser grano de trigo que cae en tierra y muere para dar buen fruto; hacer la Voluntad de Dios y no la nuestra, y saciar su sed implacable.

Para reflexionar:
¿Qué montes he subido ya? ¿Qué montes me faltan por subir? ¿De cuál de ellos me he bajado porque era muy difícil y he preferido la llanura de la mediocridad y tibieza? ¿Ayudo a mis hermanos a subir estos montes, animándoles y consolándolos?

Para rezar:
Señor, dame fuerzas para emprender el camino hacia el monte que Tú me indiques. Quita de mis pies los grilletes que me quieren atar a la llanura de la vida fácil. Renueva durante la subida mi alegría. Y estando en ese monte, doblega mis rodillas para que te adore, te escuche y bese tus manos benditas. Y que baje de ese monte con los ojos purificados, el corazón ardiente y la voluntad decidida a seguirte siempre y a todas partes.

P. Antonio Rivero, LC