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Homilía domingo 27 de diciembre Sagrada Familia

Domingo Sagrada Familia Ciclo B

Textos: Eclo 3, 3-7.14-17; Col 3, 12-21; Lc 2, 20-40

Idea principal:
la Sagrada Familia de Nazaret es modelo, aliento y fuerza para nuestras familias todas.

Síntesis del mensaje:
Esta fiesta es reciente y fue establecida hace poco más de un siglo por el Papa León XIII para dar a las familias cristianas un modelo evangélico de vida, virtudes domésticas y de unión en el amor, para que después de las pruebas de esta vida puedan gozar en el cielo de la eterna compañía de Dios y de la Sagrada Familia de Nazaret.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, todos sabemos de los grandes peligros que hoy sufren algunas de nuestras familias, y que puso en evidencia el sínodo extraordinario de la familia en octubre de 2014: familias fragmentadas, heridas, rotas, en necesidades de pobreza, de miseria y de angustia. Dificultades internas y externas. Preocupaciones de tipo laboral y económico; visiones distintas en la educación de los hijos, provenientes de diferentes modelos educativos de los padres; los reducidos tiempos para el diálogo y el descanso. A esto se añaden factores disgregadores como la separación y el divorcio, y el preocupante crecimiento de la práctica abortiva. El mismo egoísmo puede llevar a la falsa visión de considerar los hijos como objetos de propiedad de los padres, que se pueden fabricar según sus deseos. Violencia, abusos, alcohol, drogas, pornografía y otras formas de dependencia sexual.  Y también esas situaciones pastorales difíciles: las uniones libres o en segundas nupcias sin haber recibido el sacramento del matrimonio. ¿Qué hacer ante estos desafíos?

En segundo lugar, hoy tenemos que mirar el modelo de la Sagrada Familia para que nos digan el secreto para formar una familia ideal y podamos lanzar luz a esos desafíos. Cuando Pablo VI estuvo en Nazaret sacó unas notas o lecciones de la Sagrada Familia de Nazaret, a modo de fotografía. “Primero, lección de silencio. Renazca en nosotros la valorización del silencio, de esta estupenda e indispensable condición del espíritu; en nosotros, aturdidos por tantos ruidos, tantos estrépitos, tantas voces de nuestra ruidosa e hipersensibilizada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento, la interioridad, la aptitud de prestar oídos a las buenas inspiraciones y palabras de los verdaderos maestros; enséñanos la necesidad y el valor de la preparación, del estudio, de la meditación, de la vida personal e interior, de la oración que Dios sólo ve secretamente. Segundo, lección de vida doméstica. Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología. Y tercero, lección de trabajo. ¡Oh Nazaret, oh casa del «Hijo del Carpintero», cómo querríamos comprender y celebrar aquí la ley severa, y redentora de la fatiga humana; recomponer aquí la conciencia de la dignidad del trabajo; recordar aquí cómo el trabajo no puede ser fin en sí mismo y cómo, cuanto más libre y alto sea, tanto lo serán, además del valor económico, los valores que tiene como fin; saludar aquí a los trabajadores de todo el mundo y señalarles su gran colega, su hermano divino, el Profeta de toda justicia para ellos, Jesucristo Nuestro Señor!”. (Homilía de Pablo VI, 5 de enero de 1964 en Nazaret).

Finalmente, debemos volver una y otra vez al plan originario de Dios para la familia. Es cierto que Dios comenzó su plan arrancando a Abraham del seno de su familia, pero al mismo tiempo le hizo la promesa de un descendiente, de un heredero, Cristo, en torno al cual se formaría la familia perfecta. Y cuando con brazo poderoso sacó a los judíos del Egipto lo hizo para constituirlos en pueblo, en familia de Dios. Siguiendo la misma línea, Dios constituyó luego la Iglesia –nuevo Israel- al modo de una familia, con un Padre común. Somos de la familia de Jesús. Y en esta familia perfecta está el padre, la madre y los hijos. San Pablo en la segunda lectura de hoy nos da la clave para edificar esta familia de Jesús con un único cemento: el amor mutuo, hecho humildad, afabilidad, paciencia, perdón, paz, gratitud, oración, respeto, obediencia. El padre es la cabeza, la madre es el corazón y los hijos son la corona de esos padres.

Para reflexionar:
¿Qué es lo que más me impresiona de la Sagrada Familia de Nazaret? ¿Qué es lo que con más urgencia nuestras familias deberían aprender de la Sagrada Familia de Jesús, José y María? ¿Cómo debería comportarse la Iglesia con esas familias que están pasando por graves dificultades?

Para rezar:
Sagrada Familia de Nazaret: enséñanos el recogimiento, la interioridad; danos la disposición de escuchar las buenas inspiraciones y las palabras de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad del trabajo de reparación, del estudio, de la vida interior personal, de la oración, que sólo Dios ve en lo secreto; enséñanos lo que es la familia, su comunión de amor, su belleza simple y austera, su carácter sagrado e inviolable. Amén.

P. Antonio Rivero, LC